14 mayo, 2007

Memoria de Varga Anna


El pasado jueves 10 de mayo una alumna del instituto donde trabajo, el Hermán Ottó de Miskolc, se quitó la vida lanzándose al vacío desde lo alto de un bloque de pisos (un pannel) de los más altos de la ciudad (una séptima planta, creo).
Parece ser que esta chica, Varga Anna, no pudo soportar el divorcio de sus padres. No puedo imaginar el sentimiento de culpabilidad que perseguirá a esos padres durante toda su vida. ¡Qué actitud egoísta es suicidarse!
Otros dicen que pertenecía a una secta satánica, de la cual había intentado salir sin conseguirlo. Dicen que siempre vestía de negro, que escuchaba heavy metal y que, quizás, esto tuvo una influencia negativa en ella.
Hoy en el periódico dicen que "el mayor riesgo de suicidio de un deprimido está justo al empezar la mejoría. Una persona muy deprimida no tiene ni voluntad ni ganas de suicidarse. En el momento en que mejora, sí, aunque sigue deprimido. Y si el deprimido no está en tratamiento en ese momento, el riesgo es muy alto. "Un 15% de los deprimidos se suicidan.

El caso es que la chica estaba en el grupo 10, es decir, tenía sólo 17 años. En la escuela había hoy una mesa con su foto y velas que han colocado allí sus compañeros. El 50º aniversario del Instituto, festejado este fin de semana con un maratón de cincuenta horas de deporte ha quedado empañado por este drama.

Requiescat in pace... pero yo dudo mucho que uno pueda descansar en paz después de suicidarse, porque suicidándote se te quedan todos los cabos sueltos.

1 comentario:

  1. Anónimo13:31

    Incluso el cabo que te sujetaba a la vida. Yo creo que los suicidas de altura mueren de vértigo antes que de las fracturas, no hay más que asomarse.

    Un saludo, (pasé buscando vacas en vacaciones).

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